Los oficiales pidieron una ambulancia al ver su estado. Mientras esperaba ayuda médica, el hombre respiró hondo, bajó la voz, y cambió su versión: “me tenían secuestrado… estaba en unos departamentos… me escapé”.
Lo que siguió fue una rápida movilización. Los policías lo escucharon y lo creyeron. Lo escoltaron hasta la privada Belisario Domínguez, esquina con Torreón, en la colonia Obrera. El lugar era un conjunto de departamentos comunes, con ventanas cerradas y puertas como cualquier otra. Pero en el segundo piso, en una habitación clausurada, se escondía una escena espeluznante.
Los agentes irrumpieron y encontraron el cuarto donde el hombre había estado cautivo. Ahí también estaban dos personas, visiblemente alteradas por el consumo de sustancias. El aire era denso, el ambiente oscuro y cargado.
Entre lo asegurado en el lugar: un martillo, un machete, y una motosierra con las navajas manchadas de sangre. También había droga. Todo indicaba que no se trataba de un simple encierro, sino de un acto brutal de tortura.
La víctima cuyo nombre permanece bajo resguardo por seguridad había logrado huir de ese cuarto con apenas lo que llevaba puesto, en un intento desesperado por sobrevivir. “Estaban drogados y aproveche, corrí como pude”, le habría dicho a los policías.
Las dos personas encontradas en el interior fueron detenidas de inmediato. Las autoridades ya investigan si este hecho está relacionado con otros casos similares o con redes delictivas de mayor alcance.
Mientras tanto, la víctima se encuentra bajo atención médica y psicológica. Sobrevivió, pero las marcas del horror aún lo acompañan.
